Estos días de frecuentes y fuertes lluvias en la región geográfica de Centro América y el Caribe, nos recuerdan las condiciones meteorológicas del lejano junio de 1933, cuando se realizó la proeza del mitológico vuelo del avión “Cuatro Vientos” a Iberoamérica.   

En los primeros días de ese junio se culminaron los ajustes técnicos de la aeronave y las coordinaciones para el proyecto de vuelo España-Cuba, cuyo principal objetivo era el cruce aéreo del Atlántico central.  

 El avión fue denominado “Cuatro Vientos”, en homenaje al aeródromo de igual nombre de la capital española, cercana a Getafe, donde se construyó de manos de ingenieros, mecánicos y obreros de aquellos tiempos heroicos de la aviación. Fue un proyecto majestuoso, fruto de la experiencia y rica historia aeronáutica española y de la colaboración iberoamericana, donde Cuba y México jugaron un papel importante con su aporte logístico e información aeronáutica, para que los protagonistas directos del vuelo, experimentados aviadores, lograran realizar la primera ruta aérea entre Europa y América sobre el océano Atlántico central.  

El vuelo fue trazado por la matemática y cronométrica precisión del navegante aviador Capitán Mariano Barberan, que con la conducción del Teniente Piloto Joaquín Collar, despegaron en la madrugada del 10 de junio del aeródromo de Tablada, en la ciudad andaluza de Sevilla, realizando  la navegación por estima y astronómica con tal precisión,  ni riesgos para la aeronave, en aproximadamente 40 horas de vuelo ininterrumpidas, logrando el éxito al  aterrizar en el aeropuerto de la ciudad cubana de Camagüey, en  la tarde del 11 de junio de 1933, donde se les unió el tercer héroe del proyecto, el mecánico de la aviación ibérica, Sargento Modesto Madariaga Almendros, quien con su apoyo desde tierra hizo posible el  éxito del vuelo.     

Aquella proeza aérea fue bien recompensada por el pueblo cubano, quien en nombre de Iberoamérica dio una inolvidable y justa bienvenida a los protagonistas, con quienes compartió y a los que acompañó en las horas y días de su feliz estancia en Cuba, entre la tarde del 11 y el amanecer del 20 de junio, cuando, bajo una ligera lluvia, despegaron desde La Habana a la Ciudad de México, para adentrarse en la inmortalidad, sobre un cielo azteca colmado de tormentas, que nos recuerdan las de esta temporada.  

Fueron los aviadores españoles los primeros humanos en sobrevolar el Atlántico central, los héroes de la aviación mundial en aquel junio de 1933, reconocidos como los pioneros  sobre esa ruta, hoy atravesada por modernas y sofisticadas aeronaves, un hecho aeronáutico que recordamos con admiración y que estamos celebrando modestamente de ambos lados del océano, por sus nueve décadas, hecho y  motivo suficiente para  agradecerles a los protagonistas, cada día, en que vemos volar a nuestras aeronaves por los cielos de Iberoamérica.

Por: Carlos Concepción Puentes

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